Suele ocurrir que cuando buscas por las tiendas algo muy concreto, no aparece. A mí me suele ocurrir lo que no suele ocurrir, no referido a esto, sino en general…
Callejeaba ayer por la avenida de la Costa en Gijón a paso ligero —mi costumbre— en modo multipensamiento. Significa que voy pensando en varios niveles de profundidad: “me da tiempo a volver dando un rodeo, está abierta la panadería, ay, qué bien, que mañana es festivo, voy a llamar a mamá, ese termómetro… ¿estará bien, hace tanto calor?, tengo que poner un mensaje antes de subir al coche…” En fin, esas reflexiones pasajeras que se van sucediendo y nos van acompañando.
A nivel subyacente, fluía Risueño. Tanteaba lugares y fechas para su presentación, su estructura, anécdotas para amenizar y que la audiencia no se me adormile, pequeños toques personales inevitables que probablemente pasen inadvertidos… Es entonces cuando reaparece revoloteando sutilmente algo que ya había buscado antes: “¿qué tal unos pendientillos azules, como de gota de río o lágrima… y que brillen un poco…? De esta manera, cuando se acerquen a mí para que les dedique el cuento, quizá alguien se percate… Porque mis lectores serán perspicaces y captarán los detalles…”
Así, avanzando por la misma calle y a la altura del n.º 63, creo que la propia corriente de este río fue la que me hizo disminuir la velocidad y girar hacia un escaparate. Con la sensación de que yo no encontraba nada, sino de que “algo” me encontraba a mí, nos encontramos: allí estaban ellos, los pendientes. Rodeados de infinidad de complementos, detalles para regalo… los vi. (¿Me vieron ellos a mí?) Entré. Allí me recibieron con una sonrisa más amplia que la del río. Me explicaron que aquello era una especie de ojo turco (¿por eso me “vio”?) pero, curiosamente, este no tiene la forma habitual. Claro, porque es igualito a las gotas que salpican el libro y que yo tenía en mente. ¡Me los quedo!
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2 respuestas
Por ahí se dice que no hay dos gotas iguales… aunque esta salpican fantasía por igual. Bellísima historia.
¡Muchas gracias, Gus! Solamente tuve que escribir lo que pasó, sin necesidad de más. Un claro ejemplo de «escribivir» ;0)